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domingo, 6 de diciembre de 2020

Freddy Contreras se disculpa por lo que ´´le dije a Moronta´´

En aras de cumplir con las normas periodísticas de darle oportunidad a las partes que, de una u otra forma por sus opiniones, generen alguna controversia entre sí, hoy damos por concluido el ´´debate´´ presentado entre Monseñor Mario Moronta y el abogado Freddy Contreras quien respondió al comunicado del Obispo.

Respuesta:

UNO. - Sorprendido -no era para tanto- por la desproporcionada y exagerada declaración contra mi, divulgada por monseñor Mario Moronta Obispo de la Diócesis de San Cristóbal, a propósito de un comentario que hice en WhatsApp, sobre unas declaraciones suyas del 15 de noviembre.

DOS.- El 15 de noviembre, Monseñor Moronta publicó unas reflexiones, “con mucho temor y angustia”, donde dijo que hace varios años en una conferencia episcopal, manifestó su preocupación por la “excesiva presencia de iraníes en Venezuela” y que solo una socióloga le había prestado atención a su preocupación, advirtiendo el riesgo de permitir un proceso de islamización en Venezuela y que hace pocos días, Jorge Arreaza  había presentado en público “con bombos y platillos” al canciller de Irán como el hermano querido de la República Islámica Iraní, lo cual en su opinión, no era un simple gesto de fraternidad sino que los iraníes estaban penetrando a Venezuela para fijar una base estratégica geopolítica. 

TRES. - Sobre esas reflexiones del Obispo y en 14 líneas de WhatsApp, hice un comentario al periodista Augusto Medina el 18 de noviembre, la cual éste consideró noticia y la publicó en sus Redes Sociales, generando la desmedida reacción de monseñor, donde me identifica erradamente como dirigente del PSUV, con el claro propósito de mostrar el asunto como una “agresión” del partido. No soy dirigente nacional, estadal, municipal, parroquial, ni de UBCH, del PSUV y mi opinión es la de un simple ciudadano, feligrés de su diócesis; “oveja de su rebaño” de pastor diocesano y como tal, dentro de mi “atrevida ignorancia”, respondo lo mejor que puedo al representante de Dios en la jurisdicción del Estado Táchira. 

CUATRO.- En boca de cualquier político opositor, sería normal oírlo hablar de excesiva presencia de iraníes; del riesgo de un proceso de islamización; sería normal oírlo criticar la presencia del canciller iraní y decir que la relación Irán-Venezuela no es un simple gesto de fraternidad, ni de interés económico, sino una penetración para fijar una base estratégica en nuestro territorio, pero en boca de un obispo de la iglesia católica,  vicepresidente primero de la conferencia episcopal y connotado actor político opositor de la Revolución Bolivariana, esas declaraciones son un discurso político contra las relaciones, acuerdos y convenios de Venezuela con Irán, pero también son un discurso ideológico y religioso, contra La República Islámica de Irán,  cuyo sistema político confesional -religioso- tiene como base la religión musulmana y su principal ley es El Corán. 

Aludir a la islamización “con temor y angustia” -aun poniendo el término en boca de otra persona- es decir, sospechando y recelando de que algo es malo o puede conllevar un efecto perjudicial o negativo y con la intranquilidad o inquietud muy intensas causado por algo desagradable o por la amenaza de una desgracia o un peligro,  es hablar con prejuicio, sin prueba alguna, sin fundamento, de un presunto proceso en Venezuela de conversión de nuestra sociedad -occidental y cristiana- a la religión del Islam; es según la RAE, hablar de un proceso de difusión y adopción de la religión, prácticas usos y costumbres islámicas, que solo existe en la mente, temerosa y angustiada, de monseñor Obispo. 

En mi opinión, estas afirmaciones al estilo Trump sin pruebas que las sustenten, son una crítica a los elementos ideológicos de la República Islámica de Irán. Si no lo es, ¿entonces qué es lo que critica el Obispo? ¿Por qué no expresa el mismo temor y angustia ante la agresión infame a la que estamos sometidos todos por EEUU y sus aliados regionales? En todo caso, no puede decir más pues mi falta de inteligencia para leer, escribir e interpretar lo que otro dice, no me permite abundar en un tema exclusivo de mentes superiores. 

Por tanto, no puede responsabilizarme por lo que él dice, como tampoco puede hacerlo con otras personas que han comentado a nivel nacional e internacional, su “temor y angustia” por la islamización, por lo cual su preocupación por las consecuencias de lo que dijo, son infundadas y las entiendo como un “mecanismo de defensa” y una forma de maquillar lo que, para sus adentros, él entiende como un error. 

QUINTO. - El Estado venezolano es Democrático y Social, de Derecho y de Justicia y todos los días ejercemos derechos y obligaciones, sin restricción alguna. Monseñor Moronta lo confirma cuando expresa que ha hecho muchas denuncias con fundamento en la Constitución. En el caso de la libertad de expresión, podemos expresar lo que pensamos, valiéndonos de cualquier medio y asumiendo la responsabilidad por lo que decimos, a cuyos efectos, no se permite ni el anonimato, ni la propaganda de guerra, ni los mensajes discriminatorios ni los que promuevan la intolerancia religiosa.

A menudo leemos y vemos declaraciones en todos los medios de voceros, representantes, jefes o jerarcas de grupos sociales organizados, que disfrazan sus críticas, señalamientos o loas al gobierno, negando el carácter político de sus declaraciones. En el caso de las organizaciones religiosas, en mi opinión, todos los jerarcas de todas las organizaciones religiosas son actores políticos y en consecuencia su discurso en de naturaleza política.

SEXTO. - Es común en el debate político -y este es un debate político- enfrentar la opinión del otro, descalificándolo. Entiendo que no es común para un obispo católico, apostólico y romano, que sus palabras y opiniones sean cuestionadas o criticadas, dada su elevada estatura intelectual, ideológica, conceptual, casi divina, por un feligrés atrevido, ignorante, arrogante y en las puertas de la estupidez, como subrepticiamente me califica. Tales calificativos los doy por no vistos ni leídos en tanto y en cuanto, no estoy calificándolo en su respuesta, sino puntualizando lo que -en mi opinión de ignorante y atrevido- mis pocos conocimientos me permiten hablar de lo que dice un Obispo cuyas reflexiones parecen ser, superiores, supremas y por encima de los demás mortales. 

SEPTIMO.- Comparto su definición de la iglesia como un “conjunto de miembros asociados en ella, con las características de comunión, servicio y misión” con las cuatro notas distintivas que cita, pero le faltó decir el resto: Que es una organización mundial cuya naturaleza jurídica es la de persona de Derecho Internacional Público, reconocida como Estado en la comunidad internacional, con un territorio -El Vaticano- desde el cual el Papa, como máximo pastor de la iglesia pero también jefe del Estado Vaticano,  dirige todas sus diócesis esparcidas por el “mundo mundial”; que tiene un ordenamiento jurídico, aplicable en todas ellas; que tiene relaciones internacionales con casi todos los países de la tierra; que sus embajadores y representantes de sus intereses, son los nuncios apostólicos y que todas las diócesis del planeta (incluida la de San Cristóbal) responden a sus directrices políticas, organizativas, doctrinales y económicas; que todo ello es la conclusión de un proceso histórico de la iglesia -no tan santo-  que terminó con los tratados de Letrán en 1.929, luego de muchos siglos de dominio político hegemónico de la iglesia sobre los Estados absolutos de Europa, que desaparecieron después del llamado proceso de la ilustración que dio origen a la Revolución Francesa etc.  etc. Y no digo más.  Negar que la Iglesia es un Estado y opera como tal en la comunidad internacional, es sencillamente incomprensible (para no calificarlo de necedad). 

OCTAVO. - También es cierto lo que señala sobre el Patronato como figura jurídica de las relaciones de la Iglesia Católica con los demás Estados de la comunidad internacional, cuando recuerda que, bajo esa figura, “la autoridad civil se inmiscuía en los asuntos internos de la iglesia y, a la vez, le quitaba la autonomía propia de la Iglesia en algunos campos como la designación de los Obispos y otros asuntos”. Pero solo dice la mitad, pues lo cierto es que, de manera recíproca, la iglesia se metía en los asuntos del Estado y sus instituciones convirtiéndolas en confesionales. Influía de manera terminante en la educación obligando a la educación católica reprimiendo la presencia de otras religiones; influía en la asistencia social, en los registros civiles; impedía, por ejemplo, la disolución del vínculo natural del matrimonio; construía sus inmuebles (templos, casas parroquiales, colegios, instituciones de salud) con recursos aportados por el Estado y -lo más sustancial- recibía y usufructuaba importantes tajadas de los presupuestos públicos.

NOVENO.- Tampoco voy a abonar más a este debate político y lo doy por concluido, disculpándome con monseñor Moronta por lo que le dije y por lo que no le dije; por mi atrevida ignorancia y arrogancia al atreverme a comentar en “la puerta de la estulticia”, sus reflexiones del 15 de noviembre, hechas “con mucho temor y angustia”; por haber emitido opinión “con falta de veracidad”, pero como dijo Galileo Galilei en 1.633 ante el inquisidor Vincenzo Maculani, cuando la iglesia lo penalizó por haber escrito que la tierra era redonda y se movía alrededor del sol: “eppur si muove”. 

Por último, espero que mis opiniones no se conviertan en antecedente penal eclesiástico que me impida, cuando me corresponda, entrar al reino de los cielos.

Fredy Contreras Rodríguez

01 de diciembre de 2020

 

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