La llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez (1999), entusiasmó a millones de venezolanos (no me cuento entre ellos). Los anuncios de cambios y grandes inversiones para alcanzar el desarrollo del país auguraban nuevos tiempos. Mapa en mano el entonces presidente trazaba líneas para indicar por donde transitaría el moderno tren desde la capital del país, hasta los pueblos más apartados. El gas doméstico ya no sería inconveniente para llegar hasta los hogares y su producción daría para la exportación. El sistema eléctrico tendría la estructura y tecnología más avanzada que gobierno alguno pudiera mostrar ante el mundo. Recursos económicos y humanos hubo para hacerlo. ¿Qué pasó? Quienes se sentían marginados en tiempos de la cuarta, levantaron banderas de inclusión con el surgimiento de la nueva República. Las miradas de desprecio hacia quienes pensaban distinto y se atrevían a señalar que esas eran falsas promesas para embaucar a los ciudadanos, comenzaron a recibir el desprecio de los seguidores de la revolución del XXI.
Gente
que había militado y apoyado a diversos partidos dieron el salto hacia el nuevo
paradigma partidista. El concepto participación tomó fuerza como acción
política en la calle (el mismo se encuentra en los estatutos de AD desde su
nacimiento). Las protestas eran atendidas con trato especial, no era válida la
represión. Altísimos representantes del gobierno se trasladaban a los lugares
en conflicto para atender personalmente las solicitudes de los manifestantes.
La culpa de lo que estaba ocurriendo era del modelo político sustentado en el
sistema de libertades, que aún con deficiencias, abrazaban hasta entonces las
personas. El hilo social comenzó a sufrir estragos. El ellos o nosotros se
adjudico el triunfo. Nada de lo prometido se cumplió, pero la gente seguía
enarbolando las banderas del cambio en “revolución”. El no volverán sonó en
todo el espacio nacional, e incluso, era el cantico expresado por los
ilusionados seguidores del hombre nuevo. La tolerancia, debate de ideas y
respeto a disentir fueron guardadas en la caja del olvido. El surgimiento de
laboratorios de guerra sucia dio cabida al odio y el miedo, como norma a
seguir. El atropello tomo cuerpo de legalidad, y los delincuentes asumieron el
control para perseguir y asesinar a quienes les viniera en gana. Hasta los
cuerpos de seguridad los llenaron con esa especie. La ausencia de
reconocimiento, hoy se afianza en la destrucción de las personas.
La
seducción de los ciudadanos pasa ahora (tal vez siempre), por ubicarlos en uno
de los extremos radicales (ultra derecha o izquierda), y las personas pisan ese
terreno. Las elecciones a presidente en los Estados Unidos tiene a los dueños
del teclado disparando contra quienes hacen análisis distintos a los suyos. Las
expectativas crecen, pero carecen de contenido. La invasión extranjera, militar
o no, no es solución, al contrario, profundizaría las diferencias. Esa vía no
va a contribuir a superar el hambre y la miseria en la que el oficialismo
nacional ha sumergido a los ciudadanos. El desorden social no tendría
precedente.
Los
venezolanos nadan en el mar de la discordia y desconfianza. Hace unos días
salió a la luz pública que factores del llamado G4 preparaban rotación del
“interinato”. Fue negado de inmediato. Ahora aparece documento borrador, y
surgen anuncios públicos de esa posibilidad. Entonces no era mentira. ¿Por qué
esconder esa información a los ciudadanos? ¿Qué se teje detrás de esa jugada?
¿Qué es lo que realmente están pesando para dar tal paso? ¿Es dinero, acaso?
Incluso en ese borrador se deja ver que en enero 2021 asume el poder
legislativo nacional los diputados electos en diciembre 2020. El funcionamiento
a través de comisión delegada (¿?) los mantendría en la palestra. Ricardo
Arjona en una de sus canciones dice: “aprendes a querer la espina o no aceptes
rosas”. El discurso troglodita no da para más. La lucha por el poder en los
factores de la disidencia, tiene dos contextos: 1) los que buscan la salida del
régimen con organización de abajo hacia arriba, y la participación ciudadana
por la vía electoral, y 2) los que viven de las redes e incitan a la guerra.
Los ciudadanos deciden. Hay que superar la tragedia.
ARTURO
MOLINA
@JARTUROMS1
www.jarturomolina.blogspot.com
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