Quien traiciona y vuelve la espalda a su propio país, siempre se va a asemejar al náufrago quien no ve más allá de sus propias aguas. Muchos critican al gobierno y algunos sonámbulos y trasnochados siguen a tientas esas y otras muchas críticas, hablando siempre pestes de la revolución, pero olvidando quizás, que todo esto es un proceso que ha ido avanzando en pequeñas y medianas transformaciones de cierta importancia, donde las fuerzas revolucionarias se han ido creciendo y nutriendo en medio de esta incesante y creciente lucha; donde a pesar de todos los obstáculos y el saboteo, que se hizo presente desde las primeras rabias contra las Leyes Habilitantes del 2001, luego el golpe de Estado de abril de 2002 y el paro petrolero hacia fines de ese mismo año. De esa manera, desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 y hasta el momento presente, no han cesado los ataques contra el proyecto revolucionario. Ahora bien, ¿Cuál es la senda que hay que seguir? ¿lanzarle piedras al tejado para que se desplome? Aunque los "muchos" y los algunos lo quieran y andan con las piedras en las manos, debe quedar claro que una mayoría de venezolanas y venezolanos, expresados en millones, apoyamos el gobierno de Nicolás Maduro, con sus aciertos y sus errores, pero jamás vamos a naufragar en la isla solitaria de Aqueronte, ni mucho menos esperar ser rescatados por ningún barco de bandera imperial.
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