Cada ideología política tiene su propia concepción de la Democracia. Es un término difuso si se quiere, por qué es invocado y aplicado con distinta intención, según la categoría ideológica que se profese. Por ello, resulta engañoso, que se señale que entre los motivos que darán origen al parlamento comunal, están la lucha por una mejor democracia, la igualdad y la justicia, cuando vivimos un largo periodo de déficit democrático.
A partir de ese injustificado parlamento comunal, se quiere
dar un vuelco extremo a la letra de la Constitución sobre participación ciudadana,
la que bajo la óptica socialista encubre más bien, una participación
revolucionaria de muchedumbres adherentes, en la gestión de los asuntos del
autogobierno comunal y del propio parlamento; esos adherentes, incondicionales
al poder popular, y considerados la máxima expresión de la soberanía popular,
serán en realidad los únicos protagonistas del manejo de los asuntos locales.
En la concepción del parlamento comunal, otro plan es formar
revolucionarios, más que ciudadanos, pues al conquistar espacios territoriales
de carácter comunal, iniciarán procesos de adoctrinamiento en base a las más
importantes ideas del socialismo, tales como: propiedad social, planificación
central de la economía, fusión del Estado comunal con el partido y
restricciones a las libertades de información y opinión entre otras, que son
totalmente contrarias a los principios de Democracia liberal.
De manera notoria en la ley del parlamento comunal, se
desplaza al Estado Democrático constitucional por el estado comunal y no lo
disimulan, más bien otorgan a las ciudades comunales un ordenamiento normativo
claramente tendencioso, que busca patrones comunes de comportamiento políticos,
sociales, culturales y económicos, pues así es el socialismo, no privilegia la
diversidad ni el pluralismo.
Es propósito claro, instaurar y mantener con este parlamento
comunal una alienación ideológica colectiva, que haga creer que su poder
popular es detentador de un poder constituyente originario, que por lo demás no
posee; pero que le permitirá cuando lo consideren conveniente, cambiar
cualquier regla democrática que les estorbe, a nombre del pueblo que ellos
dicen representar y que, no son más que sus estructuras políticas disfrazadas.
Frente a tales despropósitos, los ciudadanos debemos interesarnos por la
política y la participación, con firmeza y responsabilidad, para impedirlo.
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