Ante los desastres causados por las fuertes lluvias caídas recientemente en el estado Mérida, el pueblo de Venezuela, hizo sentir una vez más, su solidaridad y ayuda hacia sus hermanos, víctimas de esta gigantesca tragedia. Como es natural, la iglesia católica se sumó al igual que en otras oportunidades en su misión pastoral de ayuda y socorro hacia los más vulnerables y necesitados.
Estando en pleno proceso de la distribución de los diversos insumos recolectados, el arzobispo auxiliar de la arquidiócesis de Mérida, Luis Enrique Rojas, denunció públicamente a las autoridades civiles y militares, especialmente a un sector de la Guardia Nacional Bolivariana por estar poniendo obstáculos e impedimentos para la entrega de esa asistencia , lo que produjo una reacción airada por parte del gobierno y sus más cercanos espadachines políticos para descalificar con un lenguaje odioso y virulento a los jerarcas de la iglesia católica venezolana.
Endilgándoles calificativos cómo; “bicharacos con sotana” “diablos con sotana “ ; que tienen una campaña miserable contra las Fanb; amén de otros improperios ya harto conocidos por lo repetitivo desde el año 1999 cuando el hoy extinto presidente, Hugo Chávez inició la era de ataques y ofensas contra la iglesia católica en la persona de sus máximos jerarcas apostólicos mediante un lenguaje grosero, altanero y desproporcionado con la finalidad de buscar la deslegitimación de la imagen y valores fundamentales representativos de la fe cristiana arraigada en el alma y sentimientos del pueblo así como la deslegitimación de la iglesia como institución.
Buscando un fundamento para esta postura agresiva del régimen, es bueno recordar que, desde el inicio de la era de la barbarie roja, Chávez fue categórico al afirmar: ” se está con el proceso o no se está con él “ y cómo estar con el proceso significaba ser manso, levanta manos, consentidor de mentiras, y estar de acuerdo con el
Modelo hambreador rojo; resulta apenas lógico y razonable que la iglesia católica fiel a su misión de cuidar su rebaño, amenazado por una jauría de lobos furiosos, saliera en defensa y protección del mismo, con las mismas armas que siempre ha utilizado; el evangelio, como ciertamente el para entonces cardenal Porras, afirmó:” la iglesia católica no tiene más recinto que sus templos, ni más seguidores que las almas de los fieles”.
Abg. Jorge Valenzuela
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