El adjetivo insólito permite calificar aquello que resulta anómalo, inaudito e infrecuente, quizás por ello, lo insólito por sus características no pasa desapercibido; como ocurre con frecuencia con las insólitas respuestas del jefe del Gobierno venezolano , así como de algunos de sus voceros y representantes, cuando ante preguntas directas sobre los problemas y la caótica situación actual , sorprenden con los más inauditos argumentos que por lo extraños y contradictorios son dignos de cualquier historia mágica, narrada al mejor estilo del recién desaparecido locutor; don Porfirio Torres, creador del programa: ´´Nuestro insólito universo´´.
Esas respuestas estúpidas, absurdas y repetitivas se han
hecho tan frecuentes que si bien antes llamaban la atención, quizás más por lo
novedoso que por lo serio al inicio de la era chavista, actualmente en el
gobierno madurista, no son más que mamarrachadas y desaguisados, instrumentos
para la burla callejera y mamaderas de gallo
y de “galla“, al punto de etiquetar a personas con calificativos
jodedores cuando son voceros de las
inauditas soluciones propuestas por el Gobierno , quien reiteradamente utiliza
el realismo mágico al mejor estilo garciamarquiano para seguir ofreciendo quimeras
imposibles en medio del caos y la ruina causada por su torpe accionar con incapacidad y corrupción en grado sumo,
en la aplicación de su fracasado modelo económico estatisante y controlador del libre mercado.
Conocida amplia y suficientemente, los niveles de desarrollo
y progreso alcanzados durante la cuarta República, reflejados en un aparato
productivo sólido generador de trabajo y vida digna en paz y con plenas
libertades, finanzas públicas en índices razonables, confianza en la inversión,
apoyo crediticio internacional, sumado a una empresa petrolera pujante y
vigorosa, surge inmediatamente la pregunta lógica: ¿cómo es posible que después
de tanta riqueza que Venezuela haya llegado hasta el estado calamitoso general
en que se encuentra actualmente? ¿Cómo es posible que unos pocos en tan corto
tiempo hayan causado tanta miseria en uno de los países más ricos del planeta?
¿Qué hicieron con semejante boloña de billetes?
¿Cómo explicar el por qué ahora nos alumbramos con velas,
cocinamos con leña y nos bañamos con chicaradas de agua? ¿Por qué no hay
alimentos, medicinas ni combustible? ¿Por qué no hay trabajo ni sueldos dignos?
¿Por qué tenemos que someternos a largas colas y maltratos para acceder a un
servicio público básico? ¿Por qué
tenemos que depender de una bolsa clap condicionada al sometimiento humillante?
¿Por qué seguir oyendo año tras año la repetida historia de que el próximo será
el de la recuperación económica?
La respuesta a esta tragedia causada en este paraíso,
convertido ahora en desierto de penas regadas con llanto de quienes deben
transitarlo a diario, parece increíble, inaudita e insólita; un día nefasto del
que pocos quieren acordarse, que apareció una jauría roja, verdaderas hordas
llenas de odio y resentimiento, que con la velocidad de un rayo cayeron como
royas hambrientas sobre Venezuela hasta devastarla y convertirla en un triste
peladero .
Este insólito universo que sufrimos ahora en carne propia,
sería un buen argumento para ser narrado por don Porfirio Torres recién
desaparecido.
Como decía el recordado Oscar Yáñez, al final de sus
historias:” así son las cosas”.
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