En la oposición venezolana, hasta diciembre del año 2015, hubo una verdadera unidad electoral, sí así se le pudiese catalogar, para compararla con la situación política actual. En aquel año de triunfo electoral, los distintos partidos democráticos AD, VP, PJ, UNT y otros más, se nuclearon entorno a la MUD la que ejercía sin mayores contratiempos, el liderazgo opositor, qué se extendía también a importantes sectores de la vida civil, religiosa, económica y estudiantil, entre otros.
La MUD en aquellos años, se caracterizaba por un alto nivel
de liderazgo político, aunque enredado al momento de intentar descifrar las
estrategias del régimen. Fue tal el nivel de cohesión de la MUD, que, en el
seno de la oposición, no existía un bloque político como ese. Sin embargo, hizo
aparición una odiosa y progresiva arbitrariedad de la cúpula del G4, que
produjo que se acentuarán las contradicciones internas entre sus componentes,
las que relativamente disimuladas u ocultadas entre ellos; aunque todavía se
recuerda la rivalidad de Ramos vs. Borges o las discrepancias sobre si seguir
la vía insurreccional o la vía electoral; todos estos hechos aún de data
reciente.
El quiebre de la unidad por esos hechos y otros más, cómo la
división de Acción Democrática en dos tendencias, las decisiones del TSJ sobre
la dirección de los partidos políticos; la formación de la alianza democrática
y la participación de este bloque en las elecciones parlamentarias del 6 de
diciembre del año 2020, dieron al traste con lo que había sido hasta ese
momento una oposición medianamente unida. Sobre el tema de las decisiones
judiciales algunos periodistas o influenciadores de la opinión pública crearon
en las redes sociales, la matriz de que los partidos políticos habían sido
secuestrados, al igual que sus tarjetas, cuando en realidad para muchísimos
dirigentes, militantes y amigos de esos partidos, los mismos y sus tarjetas
habían sido liberadas de un secuestro de más de 3 años, por las cúpulas
defenestradas que impedían sus participaciones electorales.
Sobre este último asunto, llama la atención que gente que
nunca se había interesado por la vida interna de los partidos políticos,
terciaran para el bando de la antipolítica abstencionista, ignorando de esta
manera el sentir y parecer de los que considerábamos qué era deber de todo
ciudadano, votar en contra de los regímenes autoritarios y hegemónicos como
este que padecemos. Afloró en tal sentido un fascismo despótico contra quiénes
se atrevieron a participar, encarnado en un conjunto de insultos, injurias y
calumnias, tendentes no sólo a degradar la dignidad de las personas qué se
atrevieron a votar, sino también porque pretendió crear un cerco moralista que
impidiera una masiva participación electoral.
Hoy en día, a pesar de la desunión existente entre la
oposición democrática y la radical, se le ha otorgado a esta última por el
régimen, la tarjeta de la MUD que venía de estar neutralizada por órdenes del
TSJ y del CNE, para que participen en las elecciones regionales y municipales
de noviembre y hagan creer a la gente qué hay una fachada de unidad; cuando en
realidad el propósito del régimen es consolidar la división opositora, con la
colaboración de unos dirigentes a los cuales se les sedó -dada su vanidad-,
para hacerles creer que a pesar de tener años ausentes de la política, sus
aspiraciones les serán satisfechas, por el uso de esta tarjeta fachada de la
MUD, la cual aceptaron dócilmente.
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