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miércoles, 6 de octubre de 2021

Opinión Tarjeta fachada Por Julio César Hernández

En la oposición venezolana, hasta diciembre del año 2015, hubo una verdadera unidad electoral, sí así se le pudiese catalogar, para compararla con la situación política actual. En aquel año de triunfo electoral, los distintos partidos democráticos AD, VP, PJ, UNT y otros más, se nuclearon entorno a la MUD la que ejercía sin mayores contratiempos, el liderazgo opositor, qué se extendía también a importantes sectores de la vida civil, religiosa, económica y estudiantil, entre otros.

La MUD en aquellos años, se caracterizaba por un alto nivel de liderazgo político, aunque enredado al momento de intentar descifrar las estrategias del régimen. Fue tal el nivel de cohesión de la MUD, que, en el seno de la oposición, no existía un bloque político como ese. Sin embargo, hizo aparición una odiosa y progresiva arbitrariedad de la cúpula del G4, que produjo que se acentuarán las contradicciones internas entre sus componentes, las que relativamente disimuladas u ocultadas entre ellos; aunque todavía se recuerda la rivalidad de Ramos vs. Borges o las discrepancias sobre si seguir la vía insurreccional o la vía electoral; todos estos hechos aún de data reciente.

El quiebre de la unidad por esos hechos y otros más, cómo la división de Acción Democrática en dos tendencias, las decisiones del TSJ sobre la dirección de los partidos políticos; la formación de la alianza democrática y la participación de este bloque en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre del año 2020, dieron al traste con lo que había sido hasta ese momento una oposición medianamente unida. Sobre el tema de las decisiones judiciales algunos periodistas o influenciadores de la opinión pública crearon en las redes sociales, la matriz de que los partidos políticos habían sido secuestrados, al igual que sus tarjetas, cuando en realidad para muchísimos dirigentes, militantes y amigos de esos partidos, los mismos y sus tarjetas habían sido liberadas de un secuestro de más de 3 años, por las cúpulas defenestradas que impedían sus participaciones electorales.

Sobre este último asunto, llama la atención que gente que nunca se había interesado por la vida interna de los partidos políticos, terciaran para el bando de la antipolítica abstencionista, ignorando de esta manera el sentir y parecer de los que considerábamos qué era deber de todo ciudadano, votar en contra de los regímenes autoritarios y hegemónicos como este que padecemos. Afloró en tal sentido un fascismo despótico contra quiénes se atrevieron a participar, encarnado en un conjunto de insultos, injurias y calumnias, tendentes no sólo a degradar la dignidad de las personas qué se atrevieron a votar, sino también porque pretendió crear un cerco moralista que impidiera una masiva participación electoral.

Hoy en día, a pesar de la desunión existente entre la oposición democrática y la radical, se le ha otorgado a esta última por el régimen, la tarjeta de la MUD que venía de estar neutralizada por órdenes del TSJ y del CNE, para que participen en las elecciones regionales y municipales de noviembre y hagan creer a la gente qué hay una fachada de unidad; cuando en realidad el propósito del régimen es consolidar la división opositora, con la colaboración de unos dirigentes a los cuales se les sedó -dada su vanidad-, para hacerles creer que a pesar de tener años ausentes de la política, sus aspiraciones les serán satisfechas, por el uso de esta tarjeta fachada de la MUD, la cual aceptaron dócilmente.

 

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