Para el papa Francisco, el aprecio por nuestra existencia
cotidiana es un compromiso espiritual.
La alegría es un atributo divino y crearla a nuestro alrededor es una parte esencial de la fe. En otras palabras, los cristianos tenemos el deber de ser felices, de ser alegres y, además, tenemos el deber de propagar la alegría y la felicidad aún en las circunstancias más adversas.
Las bienaventuranzas son el camino que Dios indica como
respuesta al deseo de felicidad ínsito en el ser humano, y perfeccionan los
mandamientos de la Antigua Alianza. Estamos acostumbrados a aprendernos y hasta
recitamos de memoria los diez mandamientos, en cambio, no estamos acostumbrados
a repetir las bienaventuranzas, a recordarlas, a imprimirlas en nuestros
corazones y a hacerlas influyentes en nuestras vidas.
Bienaventurados los pobres, dice la primera bienaventuranza,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran porque ellos serán
consolados.
Bienaventurados los mansos y humildes de corazón porque
ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que sufren hambre y sed de justicia
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán
misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a
Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos
serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por la justicia porque de
ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados ustedes cuando los insulten y los persigan y
los calumnien de cualquier modo por mi causa.
Alégrense y regocíjense porque la recompensa será grande en
el cielo.
En estas palabras, nos dice Francisco, está toda la novedad
traída por Cristo. En efecto, las bienaventuranzas son el retrato de Jesús, su
forma de vida, y son el camino de la verdadera felicidad, que también nosotros
podemos recorrer con la gracia que nos da el Señor.
Con Jesús siempre nace y renace la alegría. La alegría del
evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús
y lo siguen amorosamente.
Pienso que estas son reflexiones muy pertinentes para el
tiempo que estamos viviendo.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
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