A mucha gente le gusta y le interesa la política, aunque no así algunos de sus protagonistas, por tal motivo se generan modos de pensar, de sentir y por ende de actuar, que configuran comportamientos y expresiones de lenguaje cercanas o no a valores, reglas morales, creencias, expectativas y actitudes compartidas por los miembros de una sociedad con relación al sistema político y al contexto social. Al respecto, Max Weber acotaba que la política como ciencia social es de tal amplitud, que se puede identificar como el estudio del Estado, del gobierno, de las Instituciones, incluidos los partidos políticos, aunque no formen parte de esa estructura pública y de cómo rinden en favor de los ciudadanos, quienes por su parte efectúan los correspondientes juicios dentro del marco de valoraciones arriba señalados.
Es difícil encontrar entre los distintos modos de pensar,
sentir y de actuar en política en la actualidad, formas homogéneas y
respetuosas de lenguaje para tratar de explicarla o de buscar acuerdos; los
juicios muchas veces van dirigidos más, contra las personas que contra la
consistencia de las ideas o propuestas
realizadas por personeros de la política; así mismo, hay ausencia de
buen trato entre las personas, de buena comunicación, lo que está demás decir,
sigue generando una cultura decadente por parte de los sectores que así actúan
al momento de recibir una crítica o un cuestionamiento a cualquiera de sus
iniciativas, pues el debate y sobre todo, las reglas del mismo se diluyeron
entre el fanatismo y el odio y por supuesto hay que restablecerlas con la
finalidad de ir tras consensos y ejecutorias con base al respeto, el buen trato
y la buena comunicación.
Como la política también es pasión según Weber, encarna una
actividad humana, social, creativa y libre por los distintos enfoques o
visiones que se pueden tener sobre la misma sociedad de la cual se forma parte,
y que en oportunidades le queremos imponer unos a otros o expresando
inadecuadamente, lo que no, nos parece, todo lo cual produce que una buena
cantidad de ciudadanos la vean como una actividad “poco atractiva” a pesar de
los nobles atributos que la caracterizan; lo anterior se agrava, por el uso
frecuente del lenguaje escatológico, que
degrada el debate y bloquea necesarios caminos de entendimiento entre los
partidos políticos o las plataformas opositoras existentes, que están obligadas
a ello. En virtud de lo anterior las personas desarrollan indiferencia o
rechazo hacia todas esas situaciones, aun cuando su participación política y
electoral sea requerida.
En cuanto a las creencias populares respecto de las
Instituciones del Estado, incluidos los partidos políticos y su labor en
beneficio de la gente, puede decirse que el grado de aprobación y confianza
hacia aquellos, es de regular hacia abajo, pues al no existir por parte de
ellos, una adecuada solución a las demandas sociales, se activan otros
mecanismos extrajurídicos o extraadministrativos, por encima de los
procedimientos legalmente previstos para resolver esas peticiones. Recordemos
en tal sentido, las mafias de gasolina, que en muchos estados del país han
operado impunemente y a las cuales tenían que recurrir asociaciones de
ciudadanos y personas naturales, para abastecerse de este combustible ante la
ineficacia del ente distribuidor nacional, de surtir oportuna y suficientemente
el consumo nacional, lo que afecta sin dudas, a la actividad política.
La afecta por cuanto la gente está convencida que estos y
otros grandes negocios de corrupción, son hechos por la mayoría de los
políticos o así se les hace creer por los adversarios de la política,
entiéndase los representantes de la anti política, quienes con sus criterios
inciden notoriamente
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