A LA INTEMPERIE y EL DESPRECIO
El tiempo pasa y con ello vienen lluvias y sequías. Momentos de agrado y desagrado. Cada quien va surfeando la ola. Unos la capotean, revisan su significado y aprenden con dignidad a construir el puente para pasar el vendaval del arroyo inundado. Otros se
paralizan, entran en pánico, culpando a los demás de sus desdichas, y llenándose de ira se deja arropar por el delirio. No duermen porque a cada momento se le aparecen sombras. Llaman pecadores a quienes señalan camino largo y seguro, prefiriendo ellos los atajos con resultados frustrantes, y en cada movimiento el viento les delata lo postizo. Les resuena el eco del arrepiéntete, pero su ego les anula la visión y la conciencia.Al guerrero del teclado, la tregua le es indiferente. Sueña con la ofensiva sangrienta que registra la historia en campo de batalla. Endiosa a lanceros imaginarios que terminan dándole la espalda. Esos que levantan la mano empuñando la espada, y gritan desenfrenados ante las cámaras y micrófonos, muerte al tirano, solo para ganar adeptos, y proseguir con el engaño y el manipuleo. Necesitan mantener el aceite hirviendo en el caldero, porque si lo dejan enfriar, se les termina el discurso y salen corriendo. Las elecciones les asustan, optan por la imposición del dedo, y gobernar a su antojo, sin controles, con la corrupción a granel y la impunidad como justicia de sus desviaciones y complejos.
El
régimen de Nicolás Maduro y sus secuaces en actitud inescrupulosa, guardaron
silencio ante el atropello y cobardía del gobierno de Trinidad y Tobago, al
lanzar estos al mar a inocentes niños, sin importarles sus vidas, tal vez con
la idea de desaparecer sus cuerpos, y no tener que rendir cuentas a la justicia
del hombre, olvidando que desde arriba nos están viendo. El exabrupto
trinitario los hace ver como gobernantes rastreros que buscan congraciarse con
el oficialismo venezolano para que le sigan girando la limosna de lo poco que
queda. La diáspora no se detiene en la tierra del petróleo, porque el hambre y
la miseria crecen. Lo que ayer fue hermoso, hoy se ve en ruinas, y el
territorio vuelve a ser colonia, ahora de factores extranjeros que viven de la
infelicidad de los pueblos y pisotean su soberanía.
Gloriosos
los hombres y mujeres que luchan en procura de rescatar la soberanía popular,
porque al final se impondrá el estado de derecho, pero el arma fecunda será el
voto y no el mortero. Así el agua encontrará techo, y los que llaman a la
guerra o a la nada, se mojarán completos, porque el camino de la soledad les
acompañará en su perorata, hasta quedar desnudos en la calle, sin abrigo y
respeto, alumbrados en su andar por la derrota y la complicidad del silencio,
llegándoles la noche sin que les brinden posada, tendrán que dormir con la
carga que ofrece la intemperie y el desprecio.
Arturo
Molina
@jarturoms1
www.jarturomolina.blogspot.com
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