La pérdida del poder adquisitivo con el salario que devienen los funcionarios de la administración pública en suelo venezolano, es cruel. La descomposición del ingreso familiar alcanza la estratosfera. La miseria es incalculable. El hambre y las enfermedades que ella trae, pululan por las calles en personas de distintas edades. Los hospitales y ambulatorios existen con estructuras físicas deterioradas, estantes desocupados y profesionales de la medicina abandonando el país. El precio de los medicamentos es impagable. Lo seguro entonces es la oración permanente, y lamentable decirlo, la llegada tal vez prematura de la muerte.
El covid19 se quedó pendejo ante la magnitud de la
catástrofe generada por los revolucionarios siglo XXI, al frente de la
administración del Gobierno nacional. Planearon arrodillar a los ciudadanos, y
se les pasó el veneno. Hasta los delincuentes que protegieron y armaron a sus
anchas para sembrar el terror, se les están revelando. Los que llevan del
sonido del plomo son los funcionarios policiales que tienen que enfrentar a ese
hombre nuevo del régimen. El oficialismo saqueó las arcas del erario público y
no hay un solo responsable tras las rejas. Miles de millones de dólares
dilapidados, regalados, robados, y tienen la desfachatez de hablar de guerra
económica. Son trúhanes que hacen uso del poder para potenciar la impunidad, y
van detrás de quienes denuncien las tropelías cometidas. Persiguen a los
adversarios políticos, les siembran la supuesta evidencia para privarlos de
libertad, violentando los derechos consagrados en las Leyes de la República.
La alarma encendida de los funcionarios públicos pretende
apagarla el régimen a través del reparto de bonos. Es la forma que buscan para
ganar tiempo, e intentar imponer las ciudades comunales y el trueque. Esa es la
vía expedita para desaparecer los salarios y sus incidencias. La de la sociedad
en general, la intentan tapar culpando a otros de sus fechorías, y amenazan con
intervenciones por encima de la norma legal. Impulsaron en su momento la
posibilidad de centralizar el pago de todos los funcionarios de la
administración pública, nacionales, regionales y municipales, a través de la
oficina nacional de presupuesto (ONAPRE), pero sintieron el rechazo de
Gobernadores y Alcaldes, incluso, con fuerza el de las universidades a las que
no les han podido quebrar su autonomía. Eso no implica que el régimen desmaye
en su objetivo.
Los educadores de las gobernaciones han sido tratados como
harapos, las humillaciones devienen a granel. No se les ha permitido tener el
beneficio del bono Simón Rodríguez, ahora también se les niega el de
alimentación y transporte. Rodilla en tierra es parte del eslogan de los
oficialistas, y pretenden alcanzarlo por la vía de la exclusión. Nelson Mandela
sufrió largos años de cárcel de manos de opresores, y aún con el apartheid, y
el asesinato de millones de sudafricanos, alcanzó los cambios deseados para su
país, y supo perdonar a sus detractores. La historia se encarga de esos eventos
que terminan quitando las caretas de quienes gritan una cosa y pretendan suceda
lo contrario.
El reclamo por los beneficios de los venezolanos no puede
cesar, pero hay que tener claro el norte que persigue el oficialismo. Quedarse
en casa para que otros decidan el futuro del país, y los derechos de los
ciudadanos, es la estrategia del Gobierno nacional que se pisa permanentemente.
Cada quien pone las rodillas donde le parezca. Así son los pírricos bonos de
Nicolás Maduro.
Arturo Molina
@jarturoms1
www.jarturomolina.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com

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