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domingo, 1 de agosto de 2021

Opinión Cierre de fronteras: consecuencias Por Jorge Valenzuela

Venezuela y Colombia, son 2 países que comparten una historia común, por haber sido ambas, territorio colonial español, liberadas por el mismo libertador Simón Bolívar, quien las convirtió en una sola nación: la Gran Colombia: sueño bolivariano, disuelto a partir del año 1830, dando origen a 2 naciones soberanas cuya relación desde entonces, ha oscilado entre la cooperación y la lucha bilateral, con propósitos y sentido integracionista que ha posibilitado el desarrollo y progreso para todos sus habitantes a través de varias generaciones.

A partir del año 2015, se desarrolla una crisis bilateral, generando cierres intermitentes de los pasos fronterizos formales, los cuales fueron interrumpidos definitivamente a partir de febrero del año 2019 con el rompimiento de las relaciones diplomáticas y consulares entre ambos países, el cual aún hoy se mantiene.

Las peores consecuencias de estos desacuerdos políticos han recaído sobre los ámbitos territoriales fronterizos adyacentes a ambos lados de la frontera común entre el estado Táchira y el departamento del Norte de Santander; cuyas economías dependen en alto grado del intercambio comercial dinamizador del desarrollo y progreso de dichas regiones vecinas.

Desafortunadamente, la peor parte de esta situación de cierre prolongado de las fronteras comunes, las estamos sufriendo del lado venezolano, debido a que la crisis económica, política y social vigente ha acentuado aún más nuestras carencias y necesidades.

La otrora frontera pujante económicamente, conocida como la más dinámica de América Latina cuyos intercambios comerciales en sus años de bonanza, superaron los  8000 millones de dólares; hoy, lastimosamente es una zona postrada , olvidada y arruinada por los cuatro costados, donde el hambre , la miseria y exclusión se percibe en un ambiente cargado de, rabia, dolor e impotencia; con espacios fronterizos armados pero vacíos, militarizados pero inseguros, donde  la rutina es el diario caminar pesado y lastimero, de familias enteras con sus miserias a cuestas, en busca de cruzar el río Táchira, para alcanzar una vida más digna y segura, aumentando cada día el éxodo masivo que ha convertido esta diáspora humana en una de las más grandes de la historia, sólo comparada con la de Siria; y que según cálculos conservadores podría superar los 7 millones de personas para finales del próximo año.

Ha llegado el momento para hacer un alto en el conflicto de interés que pugnan por el poder político; las difíciles circunstancias actuales; imponen con carácter de urgencia, hacer una pausa en la disputa política, para posibilitar vías de cooperación y entendimiento privilegiando el interés humanitario, sobre cualquier otro interés subalterno. Con el cierre de fronteras se potencia todo aquello que precisamente se busca combatir: la ilegalidad y la informalidad. Una frontera cerrada es una desgracia institucionalizada sin sentido de grandeza política.

Hoy nos encontramos con 2 naciones hermanadas por su historia, pero absurdamente distanciadas y obligadas a entenderse porque, al final, la vecindad es mayor que la distancia física que las separa, así también, como la política que gira en torno a ellas.

Abg. Jorge Valenzuel

 

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