Los cristianos consideramos el adviento como un tiempo de oración y de reflexión, caracterizado por la espera vigilante. Es decir, tiempo de esperanza y de vigilia, de arrepentimiento, de perdón y de alegría.
El adviento es el tiempo con el cual se inicia el año litúrgico cristiano. Consiste en un período de preparación espiritual para la solemnidad de la Natividad. Si bien el adviento precede inmediatamente al tiempo de Navidad, desde el punto de vista espiritual tiene por finalidad la preparación del creyente para la segunda venida de Cristo y el encuentro definitivo con Dios.
En tiempos antiguos aparece la asociación del tiempo de preparación para la Navidad con notas de índole social, vinculando ese período con la práctica del amor al prójimo, con énfasis en los peregrinos, las viudas y los pobres.
En preparación para la Navidad del Señor purifiquemos nuestra conciencia de toda mancha, llenemos sus tesoros con la abundancia de diversos dones para que sea santo y glorioso el día en que los peregrinos sean acogidos, las viudas sean alimentadas y los pobres sean vestidos. En otros tiempos este preludio de la Navidad carecía de elementos ascéticos tales como el ayuno y se centraba mucho más en la alegre espera del nacimiento de Jesús, como anticipo de la vuelta del Señor glorioso al fin de los tiempos.
En la liturgia del adviento sobresalen las figuras del profeta Isaías, de Juan el Bautista, de María, madre de Jesús y de José de Nazaret. Juan el Bautista presentado por los evangelios como el precursor que preparó los caminos para la llegada del Señor y cuya predicación incorpora una frase tomada del libro de Isaías: “una voz clama en el desierto: preparen los caminos del Señor, allanen sus senderos”.
María se presenta sola, acompañada por su prima Isabel o al lado de su esposo José. Son los modelos para preparar la venida del Niño Dios.
Seguiremos conversando.
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