La lucha por el poder tiene sus altibajos. Algunos actores políticos asumen sus aspiraciones como las únicas. Se desconocen otros perfiles, y hasta se les etiqueta con expresiones soeces. Sucede a menudo cuando los liderazgos no existen, o son débiles, y allí el camino se hace difícil de transitar. Los que juegan adelantado pretenden que a su alrededor se lance todo mortal con los ojos cerrados. Discrepar es dañino. Los errores crecen, y la desconfianza se atornilla. El hambre de cambio de sistema de gobierno en suelo venezolano existe en la mayoría de los ciudadanos, pero la distancia para alcanzarlo, hay quienes la hacen abismal.
La desunión es el pastel que ronda la mesa en sector disidente al Gobierno nacional. Tarjetas de partidos abundan, y sus seguidores son escasos. Lanzar cualquier vehículo para intentar un salvavidas es la práctica en marcha. La estrategia no existe. Todo es a la carrera. La conversación es permitida si se apoya al velocista. Se puede tratar despectivamente al otro, sin que exista el sentido de rectificación. Las aventuras se apoderan del escenario, y se aparta el análisis y la decisión grupal. La ausencia de valores se multiplica en cada accionar. La lucha es contra su igual, jamás contra el contrario.
Desde que el gobierno del finado presidente Chávez llegó al poder, muchos fueron los discursos basados en el desarrollo y progreso del país que se les ofertó a los ciudadanos. Grandes obras e inversiones en exploración petrolera, gasífera y sus derivados, recorrían los medios de información y comunicación. Vías de comunicación irrumpían en el papel para mostrar la interconexión de los estados, municipios y centros poblados. Nada detenía el ímpetu del nuevo gobernante por hacerse sentir. La estrategia del mesianismo y la minimización del contrario tomaban cauce, y crecían a rebosar. Dejaron inmóvil a los disidentes, y el control social se apoderó de las decisiones de las personas. Ese barco encontró puerto seguro, porque la propuesta distinta se quedó a la espera.
Las elecciones del pasado 21 de noviembre dejaron un pronunciamiento claro de los ciudadanos. Los dirigentes políticos están obligados a levantar su imagen, y la de los partidos políticos que representan, sustentados en el trabajo y soluciones a problemas sentidos en las comunidades. Surge pregunta, después de 23 años en ejercicio del poder de los revolucionarios del siglo XXI, ¿cómo es que, ante la ausencia de servicios públicos de calidad, alto costo de la vida, miseria por todos lados, y gobernante con 85% de rechazo, aún hay personas que sigan apoyando esa barbarie? La respuesta la tiene cada quien. Las familias han resistido, la propuesta sigue en espera, y el camino a seguir, para salir del atolladero, hay quienes lo siguen llenando de utopías.
ARTURO MOLINA
@Jarturomolina1
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