Durante los años ochenta y noventa del siglo pasado, la coordinación entre los organismos de seguridad, las instituciones encargadas de la investigación, la Fuerza Armada y los estamentos encargados de delinear la acción penal no tenían sustento, no contaban con bases normativas, constitucionales ni legales, que permitieran una acertada política criminal o anti criminal que generara seguridad en la ciudadanía, mediante planes con carácter científico y que incluyeran, en primer orden, al sector directamente afectado por la distorsión social y delictual.
Esta descoordinación habitual en los procesos de abordaje
ante conflictos criminales y la falta de planes para atacar el flagelo criminal
y que se tradujeran en acciones positivas o afirmativas por parte del Estado,
desataron una serie de eventos con catastróficos resultados para las víctimas
e, incluso, para las personas que emprendieron la acción delictiva y, por
supuesto, para las instituciones del Sistema. Además, la adición de un elemento
como especie amarga para la problemática la puso sobre el tapete, la visualizó
y produjo una reacción en cadena en la colectividad, esto es, los medios de
comunicación.
Luego, con la entrada en vigencia de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, en el año 1999, se trazó una línea de
acción para las políticas públicas en materia de abordaje a la criminalidad y
la necesidad de generar posiciones acordes para la actuación de los organismos
de seguridad y todas las instituciones que participan de una u otra forma, en
la elaboración de planes de acción que minimicen el trajinar delictivo en el
país. En efecto, los artículos 322 y 326 de la Ley fundamental, emitieron un
llamado profundo y sólido a la elaboración de una política integral que
involucre al Estado y a la sociedad civil en el resguardo en la seguridad,
defensa y desarrollo de la Nación, así como en el cumplimiento de los
principios de independencia, democracia, igualdad, paz, libertad, justicia,
solidaridad, promoción y conservación ambiental y afirmación de los derechos
humanos.
Aunado a lo anterior, el artículo 332 de la Constitución
lanzó una flecha certera al corazón de la problemática que durante décadas
aquejó a los organismos de seguridad, conceptualizando la misión del Estado en
la materia, indicando que consiste en la necesidad de mantener y restablecer el
orden público, proteger a los ciudadanos y las ciudadanas, hogares y familias,
apoyar las decisiones de las autoridades competentes y asegurar el pacífico
disfrute de las garantías y derechos constitucionales. De allí surge la Ley de
Coordinación de Seguridad Ciudadana, el 20 de septiembre de 2001, como un
clamor de la población con el objeto de regular la coordinación, la cooperación
recíproca y el establecimiento de parámetros en ámbito de su ejercicio, así
como la elaboración de planes en pro del desarrollo armonioso de la
colectividad.
No cabe duda, que los últimos años han sido de constantes
ataques hacia el país, desde adentro, con violentos eventos que han generado la
acción de los organismos de seguridad y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana,
así como desde el exterior, incluso con pretendidas invasiones que provocaron
el máximo esfuerzo de todos los venezolanos y las venezolanas para defender
nuestra seguridad, integridad, independencia y soberanía. Nuestras fronteras
han sido el escenario propicio para tales eventos, pero particularmente el
estado Táchira, como punto de referencia geoestratégico nacional, por ser
puerta de entrada y salida, pero además por sus históricas relaciones binacionales
con Colombia, centro de acopio de los instrumentos que han pretendido dominar a
la patria de Bolívar.
Recientemente, el Gobernador del estado Táchira, Licenciado
Freddy Bernal, anunció un Plan de Seguridad Integral para la importante entidad
andina, que involucra a los diferentes entes que han mantenido la paz en los
últimos años en beneficio de la ciudadanía, pero con unas profundas bases
humanistas y sólidos principios que ya se venían manejando desde su designación
como Protector, esencial para la lucha contra las bandas de delincuencia
organizada y el paramilitarismo que hacía vida en la zona de frontera, y que
han desaparecido producto de la acción coordinada con las instituciones
actuantes y las entidades pertenecientes al Sistema de Justicia.
Causa gran alegría el anuncio del Plan de Seguridad Integral
para el estado Táchira, sobre todo por el avance que se ha venido percibiendo
en materia de desarrollo económico e industrial, teniendo como base sólida la
producción agroindustrial y el turismo, lo que ha generado un importante centro
de inversión de sectores privados nacionales y extranjeros con miras a elevar
las cifras de empleos disponibles, para lo cual resulta primordial trazar
emprendimientos de Estado positivos y fuertes, con una perfecta conjunción
entre los distintos poderes, pero sobre todo el que transversaliza la vida del
país, el poder popular. Además, será relevante encausar las acciones para la
materialización de esta política de Estado de todos los centros de control
social formal e informal que hacen vida en la región y que permita su adecuada
promoción e internalización en los procesos de formación, en todos los niveles
educativos, desde el inicial hasta el universitario profesional.
Marco Antonio Medina Salas.
Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia.
Cómo siempre, los conceptos atinados del Magistrado Medina nos ilustran sobre el trayecto de la institucionalidad de la República.
ResponderEliminarExcelente comentario dentro del marco de la seguridad de la Nación, Defensa Integral y Desarrollo Nacional..
ResponderEliminarAsí como lo ha propuesto, apreciado Magistrado, es un significado que estimula el deber de cooperar en comunidad e individualmente a que la seguridad se sienta y se valore como el mejor sistema de poder para alcanzar la mayor suma de felicidad posible.
ResponderEliminarBendiciones en familia, mi querido amigo!!