El que un gobernante permita por capricho, miopía o diferencia política, que estructuras físicas de instituciones educativas que han costado años de sacrificio a la población, se deterioren sin sentir pesar por ello, es decepcionante. La compuerta al abismo de ese gobierno, se encuentra a la vuelta de la esquina. Pueden pensar que lo que están haciendo es fortaleza para sus creencias, pero en el fondo son rechazados por el conglomerado social que, apuesta por educación de calidad, y espacios placenteros para alcanzar el propósito. Las ruinas en las que se encuentran universidades, liceos y escuelas públicas son el resultado del desprecio al conocimiento, y la formación del ser humano.
El apostar por esa destrucción para sacar a los estudiantes
y profesores de las aulas de clase, con la finalidad de doblegarlos, comienza a
recibir como respuesta lo contrario. Las ganas de hacer por el rescate del
patrimonio de los estudiantes, que no es otro que, del futuro del país, se ve
intacto en las personas que piensan y actúan en pro del desarrollo y
crecimiento de la patria. La juventud se resiste a convertirse en títere de
gobierno alguno, y aun cuando no son dueños de fortuna económica, les asiste el
sentido de pertenencia, y se hacen grandes para defender con hidalguía y
vehemencia, lo que les pertenece, y que con el tiempo se transforma en
patrimonio de todos, incluidos quienes desprecian al ser educado.
Al deterioro físico se unen otros bienes de los que
disponían esas instituciones educativas, como los autobuses, utilizados para
trasladar a los estudiantes desde los espacios de residencia al centro de
estudio, e incluso el de realizar prácticas de campo en diferentes áreas del
saber. Esa era una inversión, no un gasto, porque le brindaba al estudiante el
estar a tiempo en las aulas de clase, pero además beneficiaba a sus padres,
porque disminuía los gastos de transporte. El ahorro del pasaje, le servía al
educando para comprar algún alimento, sacar una fotocopia, y por que no,
disfrutar un fin de semana de película en el cine. Todo fue trastocado por la
ola de la pesadilla. Se oscureció, y nadie pudo ver el momento en que eso
sucedía.
Las ofertas engañosas formaron parte de la tortura que
auspició el gobernante apático, y crecieron los ofrecimientos en las universidades
para enfrentar a estudiantes contra profesores. Tal vez el gobierno llegó a
pensar en la posibilidad de nombrar rectores, a escolares, para atraerlos,
utilizarlos y posteriormente disecarlos. El chupa sangre ya no estaba en el
campo, se abalanzó a tomar la ciudad, y vio a la juventud como el elemento del
paisaje que podían manipular a fuerza de la necesidad y la calumnia. La luz
apareció y encegueció a las personas, pero la vista se fue aclarando, hasta que
llegó el momento de sacudirse al negativo, para unir fuerzas a favor de la
decencia, y salir por la vía Constitucional, del fatídico indolente.
Arturo Molina
@jarturomolina1
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jarturomolina@gmail.com
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