Se ha dicho que la política tiene una naturaleza ambivalente, por ser al mismo tiempo conflicto y conciliación; por esas circunstancias resulta compleja su comprensión para algunos o que se entienda desde el campo de las percepciones personales o bajo un criterio colectivista como un dogma. Y es que en la política hay una tensión constante y más cuando se trata de trazar estrategias y acciones frente a un régimen autoritario y hegemónico como el venezolano, calificado así por los estudiosos de la Ciencia Política venezolana.
Esto último, se
conoce como la caracterización del modelo de Gobierno y al hacerlo se pueden
diseñar actividades político-electorales para enfrentarlo, alejadas de la
violencia.
Nuestra posición siguiendo a Hanna Arendt, puede catalogarse
como racional y prudente, pues estamos claros que la "violencia" o la
"abstención" nunca han sido recetas exitosas de los demócratas frente
a esta clase de sistemas políticos, la que más bien es propia de los revolucionarios
o anarquistas.
Apostamos entonces por acompañar soluciones realistas y
factibles, aunque no encuentren concreción en el corto plazo; de otra parte,
hay que reconocer que Maduro y su coalición dominante se han fortalecido en el
ejercicio del poder, disimulando ser demócratas a carta cabal y llevando a cabo
una represión selectiva sobre sus adversarios o enemigos políticos, contando
con inteligencia política, relativa sofisticación estratégica, organización
socio-política, uso de la tecnología de
la información y comunicación y hasta dispositivos especiales.
Este tipo de regímenes para el profesor Salvador Martí Puig,
de la Universidad de Salamanca, ha estudiado las viejas dictaduras, sus
debilidades y las ha corregido para fines hegemónicos en dónde las
instituciones formales de índole democrático son usadas para ejecutar prácticas
autoritarias y abusivas del poder. Agrega que estos regímenes no calzan en las
categorías tradicionales, porque presentan un entramado institucional parecido
al de la Democracia representativa, pero sin que desempeñen en ningún caso
funciones garantistas o de contrapeso al poder imperante. Son más bien,
instituciones de dominación, que se encargan de proporcionar los medios para el
control de los agentes de un régimen.
Frente a autoritarismos como el venezolano, el politólogo Adán Schedler ha expresado que el único y principal sitio de adversidad para estos gobiernos es la arena electoral, porque dichos procesos políticos y electorales están cargados de tensión y de conflicto como se dijo al comienzo. Es en esos momentos cuando esta clase de autoritarismos se juegan su destino, ya que en función de la capacidad de organización y movilización de fuerzas sociales de la oposición se pueden presionar reformas, protestar y denunciar desigualdades e inequidades políticas, lograr nuevos aliados políticos y en fin, empeñarse como se ha venido diciendo, por una redemocratización o reinstitucionalización del país, para recomponer y llevar la lucha al plano político-electoral de manera estratégica o sea, inclusiva, sin intransigencia, sin anti política, populismo o extremismo moralista; sólo así se podría derrotar “sin consecuencias futuras” para el orden republicano, al actual régimen autoritario dominante.
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