En las series de televisión observé desde niño que las películas relacionadas con piratas, siempre estaban marcadas por capitanes con un parche en el ojo, e incluso, algunos lucían una pierna de palo. Cada uno de ellos, tiene su historia. Se mostraban en público de forma rígida y temeraria. Unos haciendo el papel de malos, otros con menos soberbia, hasta alcanzar los que juegan al ridículo. Eran ladrones, secuestradores, enemigos de los reinados, amantes de las prendas preciosas, el oro y la vida sin normas. Luchaban contra los imperios opresores, pero ejercían la esclavitud y venta de personas al mejor postor. Asesinaban a mansalva a quienes osaban levantar su voz. Eran la reedición de lo que “detestaban”. Fraguaban su perfil con base a la tiranía.
Se hacían dueños de la voluntad de las mujeres, y
disfrutaban de su calidez a la “buena”. En algunos episodios se mostraba que
ciertas damas aplicaban la seducción para conquistarlos. Era esa especie de
control del poder tras bastidores. Sus dotes daban para eso y más. Ser el
capitán le daba la opción de elegir y tomar a quien quisiera. La relación de
pareja debía contar con su visto bueno, lo contrario era peligroso. El respeto
por el otro no existía, menos por la mujer del prójimo. El capitán era el
inteligente, los demás ignorantes. Los privilegios se multiplicaban en las
comidas y bebidas. La miseria reinaba, aun existiendo formas de superarla.
Simplemente, el capitán era el cogollo, la cúpula y el señor. Algo así: el
poder soy yo. Lucir prendas y vestir trajes lujosos era solo de su competencia.
¿Qué escribiría Víctor Hugo al respecto?
Insuperables en todo, los piratas imponían sus condiciones.
Ante la dificultad para superarlos, sus dominados, preferían callar y retirarse
a su morada sin enfrentar la barbarie. Era apenas lógico, porque el machete era
inferior a las balas. Los secuaces que recibían migajas, se ocupaban de que el
amo no fuera molestado, ni su voluntad quebrantada. Los acuerdos por los
beneficios del robo, saqueo, atraco, hurto, terminaban en severos conflictos,
hasta alcanzar la muerte. Así se daban las sucesiones del mando. ¿Renovadores
vs ortodoxos?
Las cosas han cambiado a tal extremo, que, en el siglo XXI,
esa especie de persona con parche en el ojo, y pie de palo, pulula como la
basura en la vía pública. El atropello es de parte de uniformados o civiles
armados, contra los ciudadanos, y autoridades legítimamente establecidas. Gozan
del privilegio de ser amigos del pirata mayor, y pretenden sembrar el temor por
esa razón. Abren y cierran calles y autopistas cuando les parece. La orden del
superior está por encima de la Constitución de la República. Ahora se les puede
llamar: los piratas de la carretera.
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