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domingo, 31 de octubre de 2021

EL AGUIJÓN Los piratas de la carretera Por Arturo Molina

En las series de televisión observé desde niño que las películas relacionadas con piratas, siempre estaban marcadas por capitanes con un parche en el ojo, e incluso, algunos lucían una pierna de palo. Cada uno de ellos, tiene su historia. Se mostraban en público de forma rígida y temeraria. Unos haciendo el papel de malos, otros con menos soberbia, hasta alcanzar los que juegan al ridículo. Eran ladrones, secuestradores, enemigos de los reinados, amantes de las prendas preciosas, el oro y la vida sin normas. Luchaban contra los imperios opresores, pero ejercían la esclavitud y venta de personas al mejor postor. Asesinaban a mansalva a quienes osaban levantar su voz. Eran la reedición de lo que “detestaban”. Fraguaban su perfil con base a la tiranía.

Se hacían dueños de la voluntad de las mujeres, y disfrutaban de su calidez a la “buena”. En algunos episodios se mostraba que ciertas damas aplicaban la seducción para conquistarlos. Era esa especie de control del poder tras bastidores. Sus dotes daban para eso y más. Ser el capitán le daba la opción de elegir y tomar a quien quisiera. La relación de pareja debía contar con su visto bueno, lo contrario era peligroso. El respeto por el otro no existía, menos por la mujer del prójimo. El capitán era el inteligente, los demás ignorantes. Los privilegios se multiplicaban en las comidas y bebidas. La miseria reinaba, aun existiendo formas de superarla. Simplemente, el capitán era el cogollo, la cúpula y el señor. Algo así: el poder soy yo. Lucir prendas y vestir trajes lujosos era solo de su competencia. ¿Qué escribiría Víctor Hugo al respecto?

Insuperables en todo, los piratas imponían sus condiciones. Ante la dificultad para superarlos, sus dominados, preferían callar y retirarse a su morada sin enfrentar la barbarie. Era apenas lógico, porque el machete era inferior a las balas. Los secuaces que recibían migajas, se ocupaban de que el amo no fuera molestado, ni su voluntad quebrantada. Los acuerdos por los beneficios del robo, saqueo, atraco, hurto, terminaban en severos conflictos, hasta alcanzar la muerte. Así se daban las sucesiones del mando. ¿Renovadores vs ortodoxos?

Las cosas han cambiado a tal extremo, que, en el siglo XXI, esa especie de persona con parche en el ojo, y pie de palo, pulula como la basura en la vía pública. El atropello es de parte de uniformados o civiles armados, contra los ciudadanos, y autoridades legítimamente establecidas. Gozan del privilegio de ser amigos del pirata mayor, y pretenden sembrar el temor por esa razón. Abren y cierran calles y autopistas cuando les parece. La orden del superior está por encima de la Constitución de la República. Ahora se les puede llamar: los piratas de la carretera.

 

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