Como resignada a su suerte y sus postulados pendiendo en los desfiladeros del abismo nació la democracia venezolana aquel 23 de enero de 1958. Desde entonces han pasado sesenta y cuatro años y en ese largo caminar de vida retorcida de la "democracia puntofijista" , hubo necesidad de salirle al paso a esa caravana fúnebre que la llevaba por senderos equivocados y así volver por los caminos de la vida y retornar al espíritu del 23 de Enero, que no es otro que el espíritu revolucionario de querer construir una patria libre y soberana, un Estado sólido en sus estructuras, una democracia revolucionaria con profundo rostro social y gobiernos realmente eficientes y eficaces en la aplicación de las políticas públicas y en la solución de los problemas y demandas sociales.
Toda la lucha y el
esfuerzo por avanzar hacia una verdadera democracia y salir de los esquemas de
régimen fuerte, fue lanzado por
despeñaderos. Despejado el camino de esas pasiones libertarias, entonces los
adecos, copeyanos, urredistas y otras malas hierbas secuestraron a la joven
democracia para prostituirla en los cuartos oscuros del puntofijismo. Allí la
manosearon y violaron sistemáticamente, descargando todas sus miserias sobre su
cuerpo institucional. Lo que salió de ese vientre ya venía con el virus de la
peste verde y blanquecina que destruyó las células y coaguló la sangre del
sistema político, minando las ganas de vivir de la sociedad venezolana.
El silencio y la
nostalgia se hicieron presentes. El primer gobierno (1959-1963) fue el del
adeco Rómulo Betancourt, nefasto desde todo punto de vista, porque en realidad
fue una dictadura y el comienzo de una nueva entrega al imperio yanqui. Luego
entre 1964-1968 vino el gobierno de otro adeco, Raúl Leoni, quien pasó así,
caído del cielo, sin pena ni gloria. Con Caldera se inicia el tercer gobierno
del puntofijismo (1969-1973) consolidándose el bipartidismo adeco-copeyano como
elemento hegemónico del sistema político venezolano. Es de señalar que
Betancourt y Leoni debieron profundizar la democracia y Caldera profundizarla,
pero como la misma había nacida ultrajada, nada de eso ocurrió. Con mantos
sagrados y buenos maquillajes se ocultaba el cuerpo real de la democracia
venezolana.
Y a partir de allí
vinieron los gobiernos de Carlos Andrés Pérez (1973-1978) y Luis Herrera
Campins (1979-1983), que hundieron el país hasta llevarlo hasta las sombras del
abismo. Ya en ese tiempo comienza la crisis y como remedio adeco llegó el más
triste personaje de la política venezolana, Jaime Lusinchi. Fue nefasto en
todo. Pero no conforme con eso, otra vez los adecos se alzaron con el poder y
Carlos Andrés Pérez gana la presidencia para gobernar entre 1989-1993, pero
antes que culminara su mandato fue destituido por ladrón. ¡Dios mío! en 1993
volvió Caldera, cuyo gobierno (1994-1998) terminó de hundir a la sociedad
venezolana en el más terrible desencanto
por la vida y por el tipo de democracia que teníamos. El puntofijismo es la peor estafa política
que ha tenido Venezuela.
En el marco de ese
terrible escenario e impulsada por el fuego sagrado y fulgurante del destino,
llega la revolución bolivariana,
conducida por ese gran líder que fue
Hugo Chávez. Con la llegada de la revolución, Las convulsiones de la
agonía puntofijista habían terminado, volvimos al espíritu revolucionario del
23 de Enero. Y aquí vamos, con Nicolás Maduro y con el pueblo, con la bandera
de la revolución en alto y con la visión firme de renacer, revolucionar para
resistir y lograr las victorias en todos los campos de batalla. La nefasta clase política del puntofijismo y
los traidores de hoy en día más nunca debe volver al poder, sería involucionar
en el tiempo. Revolución y más revolución es la consigna de la Venezuela del
Siglo XXI.
¡Viva nuestro
comandante eterno, Hugo Chávez!
Desde algún lugar de la Mancha, domingo 23 de enero de 2022.
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