La nueva política que proponemos entiende la política y el
poder como instrumentos al servicio del bien común, de la gente, de los
ciudadanos.
Ya establecimos una primera diferencia entre la vieja y la nueva política. Para la vieja, la política es una lucha por el poder. Los que lo tienen (el poder) para aferrarse a él. Los que no lo tienen para alcanzarlo. En esa lucha por el poder todo está permitido.
La nueva política que proponemos entiende la política y el
poder como instrumentos al servicio del bien común, de la gente, de los
ciudadanos.
En la vieja política se habla de enemigos. Enemigos a
quienes hay que exterminar, en un juego suma cero. Si yo gano, tú estás muerto
y si tú ganas, yo estoy muerto.
Para la nueva política la palabra enemigo tiene que
desaparecer radicalmente de nuestro vocabulario y de nuestros sentimientos.
Cuando más somos adversarios y, perfectamente podríamos encontrar campos de
colaboración para servir al bien común, unos desde las alturas del poder y
otros desde las filas de la oposición. Sin perder nuestra autonomía, nuestra
personalidad, pero conscientes de que estamos en la política para servir al
bien común, al bienestar de los ciudadanos.
Acaban de celebrarse elecciones de alcaldes y de
gobernadores. A todos les aconsejo que procuren una relación civilizada con sus
respectivos órganos legislativos y de control, concejos municipales y concejos
legislativos regionales. A todos nos interesa que el gobierno regional o
municipal tenga éxito en beneficio del bien común, en beneficio de los
ciudadanos.
Pero, además, a los alcaldes, les recomiendo, sean del
partido que sean, que tengan buenas relaciones con el gobierno regional, sea
del partido que sea ese gobernador. Y a los gobernadores les recomiendo tener
buenas relaciones con el gobierno nacional y al gobierno nacional le recomiendo
que tengan buenas relaciones, de respeto y de colaboración, con los gobiernos
regionales y con los gobiernos municipales, sean del partido que sean.
Es lo que la Constitución Nacional llama el principio de
colaboración entre las diferentes ramas de poder público. Cada una de ellas
debe ser autónoma e independiente, pero debe prevalecer un espíritu de
colaboración entre ellas cuando esté en juego un interés superior: el interés
de la gente, del pueblo, de los ciudadanos.
Seguiremos conversando
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