La sociedad venezolana no sale del asombro en el que se mueve la oposición al gobierno de Nicolás Maduro Moros. La iracunda molestia de unos y otros, se ve en los escenarios de la turbulencia política. A los 23 años de gestión gubernamental de los revolucionarios siglo XXI, la lucha está centrada en las sanciones que impulsó elite de cuello blanco, desde el extranjero, contra los ciudadanos que viven y sienten las necesidades de un gobernante excluyente, que apuesta a la desigualdad política, social, cultural y económica de la población. El disfraz de perjudicar al gobierno de turno no encuentra asidero en la realidad que se presenta, a menos que la decisión la tomaran con base al sufrimiento de las familias, con el pretexto de que el sacrifico es necesario. Solo así se intentaría entender el porqué de la diáspora de más de 7 millones de personas.
Venezuela no es un país en guerra formal, como la que
padecen los ciudadanos ucranianos de manos del déspota ruso. Sin embargo, la
situación que se vive a lo interno del país, traslada a las personas a ese
escenario. Dos mundos se mueven en contradicción constante. Desde la capital
del país hay formas distintas en el modo y calidad de vida al que se registra
en la periferia. Es el piso que asienta la clasificación de ciudadanos en
primera y segunda. En algunos estados y municipios, tal vez, se les ve de
tercera. Ni los cortes de carne resisten tal desprecio. El crecimiento de la
polarización y las ofertas engañosas de parte de los inescrupulosos manipuladores,
se siguen atornillando a expensas de los esperanzados en el cambio
socio-político.
Los amantes de la desgracia, critican a los que intentan
organizarse para ir por el cambio a través de la norma legal establecida.
Llaman a no votar; culpan a otros de sus desaciertos; van en contra de los
líderes de oposición que no son de su agrado; mantienen candidaturas de payasos
de circo para permitir al régimen se apropie de la mayoría de los espacios en
disputa política del país, y posteriormente, pretenden descuartizar a quien les
da el vuelto con su misma moneda. Siguen con el discursillo barato de que todo
aquel que se atreva a opinar distinto a ellos está apoyando al régimen. En esa
estupidez tienen 23 años.
¿Quién puede olvidar las listas que surgieron en contra de
las personas que en algún momento estamparon sus firmas para protestar los
abusos del gobernante? ¿Quiénes se olvidan de las precarias condiciones en
materia de salud y servicios públicos por las que se ha tenido que pasar en
estos años de revolución? ¿Quiénes niegan que la escasez, y ahora el espejismo
de abundancia, es provocado por los intereses mezquinos de los revolucionarios
siglo XXI? ¿Cómo olvidar el saqueo al erario público? ¿expropiaciones? ¿Quiebre
de PDVSA? ¿de Monómeros? ¿Estafa con la ayuda humanitaria? El recuerdo está
allí, pero de eso se encargará la justicia en su debido momento.
Muchos de los promotores de los desbarajustes que padecen
los venezolanos, son hoy líderes de parte de la oposición grosera, parasitaria,
con sus pretensiones intactas de apropiarse de la voluntad de la mayoría de los
ciudadanos, y ensayan seguir usando el idioma del descrédito como fundamento
para ocultar sus absurdos. Imitan a plenitud al régimen. Unos firman y
reafirman; otros, rechazan y contratacan. Siguen apostando a la destrucción del
pendejo.
ARTURO MOLINA
@JARTUROMOLINA1
www.jarturomolina.blogspot.com
jarturomolina@gmail.com
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