Durante mis años de experiencia como docente universitario y al servicio de la Escuela Nacional de la Magistratura he logrado sentir que una de las grandes fallas de nuestro sistema educativo es que se ha quedado solo en la respuesta y casi siempre se ha olvidado de las preguntas; y, lo que es peor, se ha generado el miedo de entender lo elemental, que es lo fundamental, porque no se estimula la conciencia sino la dependencia, traducida en repetición estéril, que atrofia el pensamiento, porque se ha educado a partir de un conocimiento considerado inamovible partiendo de proposiciones normativas a la que el Estado les atribuye validez jurídica de forma totalmente aislada de la realidad social. Ahora las cosas son muy diferentes dada, entre otras razones, la transformación del Estado, con el consiguiente cambio de paradigma de la legitimidad.
Resulta necesario, por tanto, acercar al estudiante a la
realidad; dotarlo de instrumentos de análisis, reflexión y crítica, misión del
jurista, y no solo de las leyes, que es tarea inexcusable del abogado y del
juez. De lo contrario, el derecho se mecaniza y rutiniza, lo que ha sido una de
las causas que han contribuido no solo al divorcio del derecho con la realidad,
sino a la crisis de la justicia y al estancamiento social, causa de los
infinitos conflictos de los que ha sido víctima Latinoamérica.
Así que educar es preguntar; por eso los griegos decían, en
la antigüedad, que la madre del conocimiento era la pregunta; pero le tenemos
también miedo al conocimiento y, sobre todo, a que este se expanda, que se
exteriorice y se transmita, pues se pretende concentrarlo en núcleos cerrados,
como forma antidemocrática de dominación cultural, impuesto en las sociedades
pasivas, incapaces de movilizar procesos de cambio y participación real, fruto
de la pedagogía del oprimido. Se impone ahora la investigación en todos los
niveles de la enseñanza y el trabajo en equipo, indispensable para la solución
de problemas, apoyados en diferentes teorías del conocimiento, pues mientras
más modos de comprensión se den, más posibilidades se abren para el estudiante
y más se expanden sus habilidades, preludio de la creación del saber.
Jean Piaget proponía que para estimular el desarrollo del
pensamiento debían planteársele al estudiante problemas, casos, conflictos y
dilemas, o mostrarle las contradicciones en su propia manera de pensar, para
desestabilizar sus formas de pensamiento y obligarlo a crear nuevas estructuras
mentales, más complejas. No sin razón Sócrates creó la mayéutica, para que cada
cual descubriera el conocimiento por sí mismo y pudiera crecer como ser humano,
lo mismo que Foucault, con su teoría del Yo Libertario y la búsqueda de romper
las cadenas de los procesos de dominación intelectual a través de la generación
de mecanismos de autoformación. Por eso, con la sabiduría popular todos
aprenden, pues parten de la elaboración de ideas, de la formulación de
hipótesis y de la construcción de saberes, dentro de los que se deben examinar
y reexaminar a la vez, las consecuencias frente al sistema dogmático-penal y
las reglas de su técnica, llegando incluso a poner en duda, en sospecha, en
algunos espacios de los generadores investigativos, su carácter científico.
Es la razón por la que los estudios de casos y las
experiencias de inmersión, que toman como punto de partida el realismo
circunstancial, son las más destacadas estrategias asumidas por la
posmodernidad de la pedagogía. Arrancan del planteamiento esencial de los
problemas, que es más que el conocimiento formal de la ley, y facilitan, al
mismo tiempo, el aprendizaje cooperativo a partir de las discusiones en grupos
y el poder de argumentación en la discrepancia entre estudiantes que poseen
distintos grados de conocimiento sobre un tema particular y específico.
Lo anterior, pone al docente en la necesidad de identificar
y organizar temas para la discusión en grupo y posteriormente orientar a este
en la orientación de posibles alternativas de solución a los problemas
planteados brindándoles una adecuada y pertinente retroalimentación. De esta
manera, lo pedagógico no es que el docente enseñe, sino que el estudiante
aprenda, a partir de un proceso de comunicación, pues, en fin de cuentas,
enseñar es comunicar, es activarse comunicacionalmente.
Marco Antonio Medina Salas.
Magistrado Emérito del Tribunal Supremo de
Justicia y Docente Universitario.
No esperaba menos del Dr... Muy nutritiva la lectura... Gracias ⚖️
ResponderEliminarExcelente visión de nuestra realidad y ensañanza de la mayeutica, como liberadora e impulsora del conocimiento.
ResponderEliminarEn esa aventura diaria en la búsqueda del conocimiento, a través de las inquietantes preguntas que nos hacemos sobre la justicia, la ley, la separación de poderes y pretendemos llegar a un conocimiento propio, al menos una interpretación de la realidad que observamos
ResponderEliminarInteresante tema,de gran interés para los docentes con ánimo y deseos de formar al alumno desde la realidad de los hechos y no sólo para promover sin ningún fruto que aporte más allá del solo interés particular. Gracias. Dios te bendiga
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